Mem Guímel

Asociación Socio-Cultural MEM GUÍMEL
Por la difusión de la cultura hebrea-Sefardí desde Melilla (España)
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viernes, 13 de julio de 2012

Judíos en la Guerra Civil Española


JUDÍOS EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
“Las Brigadas Internacionales”
Por Lic. Tzila Chelminsky

Han transcurrido 37 años de la muerte de Franco en 1975 y más de 70 años desde el final de la Guerra Civil Española (1936-1939), y sin embargo el conflicto continúa atrayendo la atención tanto de estudiosos como de un amplio y variado público. Siguen apareciendo constantemente libros y películas se siguen exhibiendo, como “Tierra y Libertad” (1995), “Libertarias” (1996) y “La Lengua de la Mariposa” (1999)


Esta continua fascinación puede explicarse con la noción de que la Guerra Civil Española provocó el último gran despertar colectivo de la conciencia europea, impulsando a los más distinguidos intelectuales de Europa, así como a liberales y distintos sectores de izquierda, a salir en defensa de una causa que consideraron clara y justa. No es sorprendente que el interés por la tragedia española –que motivó una ola de solidaridad sin precedentes cruzando fronteras y clases sociales– siga vivo. Hay que tomar en cuenta asimismo que la Guerra Civil Española es considerada por muchos como la antesala de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de que las raíces del conflicto español deben buscarse en problemas sociales y peculiaridades de la idiosincrasia española, la ayuda proporcionada a los nacionalistas por la Alemania nazi y la Italia fascista alentaron a Adolfo Hitler y a Benito Mussolini a formar el Eje “Roma-Berlín”. Por su parte, las democracias habían dejado amplia constancia de su impotencia frente a la agresión fascista en 1936. La política de no intervención propugnada por Inglaterra (y en menor escala por Francia) no sólo contribuyó a la derrota de la Republica española, sino que aceleró los procesos que condujeron al estallido de la Segunda Guerra Mundial.
 Hasta la muerte del general Francisco Franco en 1975, la dictadura impidió básicamente toda investigación académica crítica dentro de España. Esto significó que la mayor parte de la investigación histórica quedó en manos de extranjeros, sobre todo de anglosajones y franceses. Aun después de la muerte del dictador persistía la aversión a abrir viejas heridas, y los historiadores se mostraban reacios a provocar un debate público que pudiese estorbar el pacífico proceso de transición hacia la democracia. Este tácito “pacto del olvido” cambió a mediados de la década de los 80. Aparece un vasta historiografía, pero en ella se ha prestado relativamente poca atención a la participación de los judíos en general en esta guerra fratricida y aun menos a la de los judíos de Palestina, que se encontraba bajo Mandato Británico.
Se calcula que cerca de 40.000 voluntarios de 36 países se enrolaron en las llamadas Brigadas Internacionales organizadas en octubre de 1936 en defensa de la República Española. El motor que impulsó la creación de las Brigadas Internacionales fue la Unión Soviética a través de su “Comiterm” (Organización internacional soviética encargada de promover la revolución internacional). La Unión Soviética jugó un papel central en el apoyo internacional a la República, en la ayuda a la creación de las Brigadas Internacionales, y en la organización y apoyo político al Partido Comunista Español (PCE) que fue la fuerza política dominante para la integración de las brigadas al ejército republicano. La Unión Soviética prestó su apoyo también al partido obrero español (PSOE) y al partido liberal republicano burgués “Frente Popular” Sin embargo, la Unión Soviética no envió ni armas ni dinero al ejército republicano, y éste usó las armas que les fueron distribuidas a los obreros y campesinos durante la “revolución roja”. No faltaban voces que proclamaban que había que romper los lazos con el partido liberal burgués y concentrarse sólo en los partidos obreros para completar la revolución proletaria española. La voz más clara y fuerte en este aspecto fue la de Trotsky, quien desde su exilio en México proclamaba que sólo el éxito de la revolución proletaria podría contener la expansión del fascismo. Pero es claro que la mayoría de los voluntarios se enrolaron para pelear contra el fascismo y no para completar la revolución proletaria española. Los voluntarios se inscribían en París, pasaban adiestramiento hasta llegar al campamento de Albacete, donde eran clasificados según su idioma y país de origen, y de ahí eran enviados al frente de Madrid.
A España llegaron intelectales distinguidos tales como George Orwell, Ernest Hemingway, Ian Reed, Romain Rolland, André Malraux y Arthur Koestler. Este “ultimo (1903-1983) fue un periodista y escritor de caracteristicas excepcionales: sionista en Palestina, comunista en Alemania, antifascista en España, abolicionista en Gran Bretaña, y por último combativo ideólogo del antistalinismo.: Las brigadas representaron entre el 15% al 18% de las fuerzas republicanas combativas.
A  pesar de que es difícil llegar a una cifra exacta pues los judíos estaban diseminados en las unidades de las diversas naciones, se estima que alrededor de 8.000  a 10.000 judíos participaron en las Brigadas. Sabemos que sólo judíos  lucharon en la compañía que llevaba el nombre de Naftalí Botwin, comunista judeopolaco fusilado por el gobierno de Pilsudsky en 1925. Pero muchos otros judíos eran internacionalistas y no les interesaba una identidad nacional; algunos inclusive usaban seudónimo. Por todo ello es difícil saber cuántos judíos había en las brigadas.
Está claro que todos ellos querían frenar con su propio cuerpo al nazismo, cuyas leyes raciales se estaban ya implementando en Alemania, y detener el torrente fascista que amenazaba con anegar el continente europeo. Quizá, también, saldar una antigua cuenta con Torquemada y la Inquisición española. Lo que es indudable es que el porcentaje de voluntarios judíos de cada país fue siempre muy superior a su proporción en la población, y su número fue considerable. Eran judíos el 40% de los voluntarios americanos, el 10% de los soviéticos y un alto porcentaje de los franceses, entre los cuales se encontraban refugiados polacos. Esto contribuyó aún más a la identificación entre judíos y bolcheviques, tan común en las publicaciones católicas y falangistas de los años 30. Muchos judíos pelearon en la brigada Dombrowski, integrada por polacos, y otros en la Lincoln, de norteamericanos.
No llegaban organizados sino individualmente, por lo cual eran considerados como franceses, polacos, belgas o norteamericanos. La formación del batallón “Naftalí Botwin” se debió a que muchos judíos querían actuar y llevar a cabo su lucha en el idioma ídish que les era común, y utilizarlo en sus actividades cotidianas. A este grupo se anexaron los provenientes de Eretz Israel, que se consideraban los herederos de la gloriosa gesta heroica de Bar-Kojba y los Macabeos. Publicaban su propio periódico y  llevaban a cabo actividades culturales en ídish. Un periódico en ídish de Francia, “Di Naye Prese”, hasta tenía un corresponsal en el batallón.
 Merece destacarse el hecho de que de los 50 médicos polacos voluntarios, todos menos uno eran judíos. También lo eran 26 médicos de los Estados Unidos  y la mayoría de los enfermeras que llegaron de Francia, Estados Unidos Bélgica, Francia y Eretz Israel.
El caso de los 400 voluntarios de Eretz Israel fue diferente: Muchos eran comunistas pero otros eran miembros del Hashomer Hatzair (partido sionista de izquierda) y otros del Mapai. Los comunistas no tenían problema pues cumplían con las órdenes de sus dirigentes, quienes los alentaban a salir a pelear a España. No así el caso de los partidos sionistas. Era la época de los disturbios árabes (1936 y 1939), y. a pesar de las expresiones de solidaridad con la República, casi todos los círculos de la población judía, inclusive los de las diversas tendencias de la izquierda sionista, se oponían a la partida de jóvenes de Eretz Israel para incorporarse a las Brigadas. Estaba fundándose la cadena de poblados agrícolas “Torre y Empalizada” y empezaba a actuar la “Haganá” (Defensa Armada Judía). La opinión general sostenía que la población judía estaba luchando en Palestina por su existencia, no menos que la República en España. Por lo tanto, “Janita (un kibutz en el norte de la entonces Palestina), era preferible a Madrid”. Aun así no faltaron jóvenes que se marcharon a España, y posteriormente pagaron por ello. En algunos casos, algunos voluntarios que estaban en las cárceles inglesas por luchar contra el Mandato fueron deportados y obligados a enrolarse en las Brigadas. Esa fue la respuesta británica a su política de “no intervención”.
Muchos de estos voluntarios se integraron posteriormente a la “Brigada Judía” que peleó en Europa durante la guerra mundial como parte del éjercito inglés. Otro voluntario judío, Pinkus Kartín, fue uno de los organizadores de la insurrección en el gueto de Varsovia, y otro, Szyr, fue Vice-Primer ministro en Polonia en 1945. De los de Eretz Israel cabe mencionar a Itzjak Ben Aharón, que fue Secretario de Trabajo y Director de la Asociación de Obreros (Histadruth).
En México se dio una situación curiosa. En 1934 la Secretaría de Relaciones Exteriores había publicado un comunicado en clave para limitar el ingreso de judíos al país. Sin embargo, muchos de ellos llegaron con los contingentes de refugiados españoles durante 1939. Se presentaban como comunistas o luchadores, pero no como judíos. Entre ellos recuerdo a mi maestro en la universidad,  Laszlo Radvani, judío húngaro que había peleado en las Brigadas.
El vínculo entre judíos y republicanos españoles se mantuvo después de la victoria franquista en 1939. Durante la Segunda Guerra Mundial todos ellos fueron confinados en campos de concentración o combatieron contra los nazis. Cuando hubo que transportar sobrevivientes del Holocausto a la Tierra de Israel, todavía en manos británicas, hubo varios casos de republicanos españoles que capitanearon naves de inmigrantes “ilegales”. Los dos ejemplos más destacados son los de los barcos “Pan York” (Atzmaut) y “San Felipe” (Moledet). Durante la Guerra de Independencia en 1948 la Haganá consiguió la ayuda de exiliados republicanos para transportar armas desde  Francia. Todo eso influyó en la posición antifranquista de la diplomacia israelí; sólo en 1986, bajo los gobiernos de Felipe Gónzalez y Shimón Peres, se establecerían relaciones diplomáticas entre España e Israel.
En el mes de marzo de 1990 se inauguró en el Montjuich en Barcelona un monumento en memoria a los 8.000 ( o 10.000) voluntarios judíos que pelearon en la Guerra Civil Español que durante la contienda  fueron constantemente alabados por su valentía y dedicación por Luigi Lungo, el Jefe de las Brigadas, así como por Dolores Ibarruri “La Pasionaria”.
Pero el círculo abierto en España en 1492 sólo se cerraría para el pueblo judío cuando en1992, 500 años después, el Presidente de Israel Jaim Herzog escuchó al Rey Juan Carlos en la gran sinagoga de Madrid hablar de conciliación y anular el Edicto de Expulsión.
Bibliografía: Archivo Lavón en Tel-Aviv
Judíos en la Guerra Civil Española.- David Diamant (en ídish)
Ranaan Rein.-“Entre Janita y Madrid”. Majshavot.-Buenos Aires
Voluntarios Judíos en la Brigadas Internacionales.-Alberto Liamgot.
Revista  Nueva Sión 1990
Judíos en la Guerra de España.-Alberto Fernández
El Contingente de Eretz Israel en las Brigadas Internacionales.- Dan Cristal.
Universidad de Haifa (en hebreo) 2000