La Biblioteca Nacional de Madrid celebra dos exposiciones grandiosas.
Una tiene por protagonista a la propia Biblioteca Nacional, y expone una
panorámica de sus fondos. Mapas, fotos, libros, técnicas, posters… todo cuanto
cabe en la Biblioteca, y es mucho, ocupa un lugar en la amplia vitrina.
Originales de obras importantes de la literatura, de la fotografía, de la
comunicación.
La otra exposición es la titulada Biblias de
Sefarad, con el subtítulo “Las vidas cruzadas del texto y sus lectores”. El
motivo de esta muestra es subrayar la importancia que la Biblia hebrea tuvo, a
lo largo de la Edad Media, para los judíos que vivían en España. Manuscritos
bíblicos y medievales y obras auxiliares de estudio, así como algunos objetos,
para el estudio de los textos bíblicos, que reproducían o representaban.
Resulta una exposición interesante y amena sobre un
aspecto mitad religioso, mitad cultural, de nuestra Edad Media. Muchos de los
objetos que se muestran han salido, por primera vez, de su emplazamiento y cada
uno, por sí mismo, tiene su propia historia. Libros escondidos, censurados,
requisados por la Inquisición, buscados por hebraístas cristianos… algunos
marcharon también al exilio con sus propietarios y luego fueron adquiridos por
coleccionistas llegando, finalmente, a colecciones públicas o privadas.
La muestra enseña al visitante el celo religioso y
cultural de esta comunidad y el interés por manejar no sólo el idioma
castellano, o los locales según la ubicación de cada comunidad, sino también el
interés en el manejo del hebreo, el latín y el árabe. En este sentido, destacan
los realizadores de la exposición que los códices bíblicos sefardíes transmiten
el sistema de anotaciones marginales al texto de la Biblia y explica algunas
peculiaridades del texto. Entre los siglos X y XI, se escribieron diccionarios
y obras gramaticales cuyo fin era sentar las bases del conocimiento científico
del hebreo para tener un conocimiento exacto del texto bíblico.
Una de las joyas de la exposición, a mi juicio, es
el libro de Ester, escrito en un rollo, que se lee durante la celebración de la
fiesta de Purim, que celebra la liberación de los judíos presos por el rey
persa Asuero. En definitiva, una exposición que estará abierta hasta el 13 de
mayo y que sugiero, para cuantos visiten Madrid o para los que viven en
Madrid.
Y viene esta exposición a reforzar la idea de que
los judíos sefarditas fueron expertos impresores. Con motivo de mi intervención
en Toledo, invitado por los miembros del Camino Español de los Tercios, tuve la
ocasión de hablar sobre la herencia de Flandes, título de la mesa redonda a la
que fui convocado. Traté el asunto de la herencia de Flandes bajo dos aspectos:
la influencia del Norte de Francia y Países Bajos en la estructura sindicalista
minera asturiana y la impresión de Biblias en castellano, en el siglo XVI, por
parte de impresores sefardíes instalados en diversas ciudades belgas y
holandesas.
En el primero de los temas tratados subrayé la gran
influencia del sindicalismo minero francés. El gras gestor, en Asturias,
del esquema sindical minero es Manuel Llaneza. Activista en las cuencas,
Llaneza pronto fue “fichado” por la patronal y los capataces. Tras la
“huelgona” de 1906 (escribo de memoria), le fue difícil colocarse y se vio en
la necesidad de marchar a Francia. Trabajó allí dos o tres años y allí vio la
necesidad de consolidar una organización sindical que fuera más allá de lo que
aquí habían dibujado los sindicatos. Creó el SOMA, a imagen y semejanza de las
organizaciones francesas del Pas de Calais, e hizo más cosas que podríamos
contar si tuviéramos tiempo y espacio. Tal vez otro día.
Quienes han estudiado la historia del
periodismo español, preferentemente el profesor Altabella, ya dieron cuenta de
la existencia de las gacetas editadas en Flandes en el siglo XVII, lo que ha
cuestionado el principio de que fuera, precisamente, la Gaceta de Madrid y las
ediciones que se hacían en provincias, que data de 1661, las referencias más
antiguas y casi únicas de esta modalidad de periódico que, aunque no es
comparable a un periódico de hoy, sí constituye ya un principio de lo que será
la prensa escrita en los dos o tres siglos siguientes, con la incorporación de
algunos elementos técnicos. El profesor Altabella, según quienes han estudiado
las gacetas españolas hechas en Flandes en el S. XVII, no parece que hubiera
podido tener algunos ejemplares en sus manos, y más bien parece que la
referencia que hace de, por ejemplo, La Gaceta Española de Ámsterdam, que es como se tituló
esta publicación hacia finales del siglo XVII, fuera tomada de algún otro
autor.
El investigador Javier Díaz Noci, de la Universidad
del País Vasco, que se ha ocupado de este asunto en un estudio acerca de las
dos publicaciones conocidas: La Gaceta de Ámsterdam, que ya hemos citado. Esta
Gaceta, nacida en los talleres de David de Castro Tartás, un impresor de gran
fama y prestigio en su época, es una publicación escrita en castellano, y no en
ladino con caracteres latinos, como decía el profesor Altabella. La segunda
publicación se tituló Noticias Principales y Verdaderas, impresa en Bruselas.
Los pormenores de las dos publicaciones son breves:
contienen noticias sobre España y sobre la familia real y los asuntos bélicos
y, especialmente la segunda, se ocupa también de dar noticias de todos aquellos
lugares donde existe una comunidad sefardí.
Porque las dos obras, y algunas otras gacetas más
que aún están por descubrir, según el profesor Díaz Noci, son obras de judíos
sefardíes. Se ocupa el profesor de ambientarnos el mundo en el que nacen estas
publicaciones diciendo que, estos judíos sefardíes corresponden a una comunidad
que, nacidos en España y Portugal como cristianos, criados como tales y
educados como tales, deciden abandonar nuestro suelo para abrazar la religión
de sus abuelos. No son, por lo tanto, sefardíes que salen de España cuando el
edicto de expulsión, sino que ya han pasado algunas generaciones y ellos se van
a Holanda, y otros lugares de Flandes, donde van a encontrar un clima más
favorable para practicar la religión de sus antepasados. En 1616 se promulgó un
edicto que permitía a los judíos practicar su religión y les daba carta de
ciudadanía, aunque siempre tuvieron el problema de los calvinistas.
Constituyeron una comunidad importante; gente
culta, pertenecientes a la burguesía comercial, que tomaron parte activa en la
vida social holandesa y que fueron generadores de una importante literatura,
olvidada, en castellano y portugués.
En 1620, Ámsterdam se convirtió en un importante
centro de publicaciones de gacetas en diferentes idiomas, y gran parte de esta
explosión de publicaciones fue obra de los judíos sefardíes. Entre las
publicaciones destacan los corantos y las gacetas, con un contenido
político-religioso, que sirven a la ideología del poder (casa de Orange y
Estados Generales).
La floreciente industria del libro y publicaciones,
tuvo en los sefardíes a un elemento muy activo. Imprimían sus obras en varios
idiomas: ellos utilizaban el portugués para el uso doméstico, el español para
escuelas y uso comercial y el holandés, que debían saber, para comunicarse con
el resto de los holandeses. No conocían el hebreo, según parece, pero sí el
latín, y los más cultos el francés, así que publicaban sus libros en seis idiomas:
portugués, español, francés (para el público de los Países
Bajos), neerlandés, latín (para
la Comunidad Académica Internacional y hebreo (libros
sagrados y grandes tratados religiosos).
En este breve repaso por las gacetas y
publicaciones no vamos a olvidar a una familia donostiarra que, por aquellos
años finales del siglo XVII, utilizó su taller en San Sebastián para reimprimir
la Gaceta de Ámsterdam, quincenal, y otra muy curiosa, titulada Extracto de Noticias
Universales, publicación que no parece una traducción de alguna
otra, sino más bien un recopilatorio de varios noticieros. Animó a los Huarte,
para esta publicación, la fundación de la Compañía Guipuzcoana de Caracas, en
1727.
La comunidad sefardí fue también
generadora de las Academias Literarias Sefardíes, que se establecieron al modo
de las españolas.